LA HONESTIDAD
La honestidad u honradez es
el valor de decir la verdad, ser decente, recatado, razonable, justo u honrado.
Desde un punto de vista filosófico es una cualidad humana que consiste en
actuar de acuerdo como se piensa y se siente. Se refiere a la cualidad con la
cual se designa a aquella persona que se muestra, tanto en su obrar como en su
manera de pensar, como justa, recta e íntegra. Quien obra con honradez se
caracterizará por la rectitud de ánimo, integridad con la cual procede en todo
en lo que actúa, respetando por sobre todas las cosas las normas que se
consideran como correctas y adecuadas en la comunidad en la cual vive.
En su
sentido más evidente, la honestidad puede entenderse como el simple respeto a
la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas; en otros
sentidos la honestidad también implica la relación entre el sujeto y los demás,
y del sujeto consigo mismo. Dado que las intenciones se relacionan
estrechamente con la justicia y se relacionan con los conceptos de
"honestidad" y "deshonestidad", existe una confusión muy
extendida acerca del verdadero sentido del término. Así, no siempre somos
conscientes del grado de honestidad o deshonestidad de nuestros actos.
El hace que perdamos la perspectiva con respecto a la
honestidad de los propios actos, obviando todas aquellas visiones que pudieran
alterar nuestra decisión.
OTRO CONCEPTO DE LA HONESTIDAD
Es aquella cualidad
humana por la que la persona se determina a elegir actuar siempre con base
en la verdad y en la auténtica justicia (dando a cada quien lo que le
corresponde, incluida ella misma).
La honestidad es aquel que no toma
nada que no le pertenezca, no oculta nada, se ven en la transparencia de los
actos cotidianos, tienen el coraje para decir siempre la verdad, no hacen cosas
que dañen a los otros, obran de forma correcta y clara.
LOS ENEMIGOS DE LA HONESTIDAD
A muchos tal vez no les guste esto,
porque tal vez necesiten primero superar y vencer el enemigo # 1 del
matrimonio: la falta de madurez.
Ambos, marido y mujer, esposa y
hombre, SON RESPONSABLES DE QUE EL MATRIMONIO FUNCIONE. No solo la mujer. No
solamente el hombre. (Y mucho menos los suegros de ambos lados, la familia, y
los amigos de la pareja.)
RESPONSABILIDAD en este caso
significa, que tú trates de hacer – hasta lo imposible – para que
tu matrimonio funcione en todas las áreas.
Pero, ¿por qué tú y no tu
cónyuge? Bueno, si tu cónyuge estuviera leyendo esto, entonces también
entendería que la responsabilidad es de ella/él. En realidad los dos
tienen la responsabilidad de luchar hasta lo máximo para que “nada falte” en el matrimonio.
Si tu esposo es irresponsable e
inmaduro, es responsabilidad de él cambiar, pero es tu responsabilidad hablar
con él y tratar de que él entienda su problema. Tienes que ser astuta e
inteligente, sabia y encontrar la manera de que él lo comprenda y pueda captar
lo importante que es para ambos solucionar problemas que se esté presentando.
No es imposible. Pero
no puedes solamente orar a Dios y esperar a que Dios haga todo. La Biblia
no enseña eso.
- Pues la Biblia dice “encomienda al
Señor tu camino, confía en Él y Él hará… Dijo una vez una persona: así que, ya
le encomendé todo a él, no tengo que hacer nada.
- Ahí está el problema (le contesté) tratamos de
evadir toda responsabilidad. Primero dijiste que la culpa era
de tu marido. Y ahora la culpa según tú: si tu matrimonio no funciona, es
de Dios. No amiga, tienes que agotar hasta lo último todos tus recursos,
mientras tu haces todo eso, DIOS va a estar obrando. Ese
versículo que tu mencionas, se escribió en el contexto de la cultura
judía/hebrea. He vivido entre judíos, y te puedo decir, que cuando menos los
más ortodoxos y religiosos, son personas de gran esfuerzo personal.
Ellos no dejan piedra sin remover
cuando quieren lograr algo. Es una vil mentira, que “a los judíos les cae solo
el dinero o la bendición” nada más porque son judíos. No, no, no. Ellos
se esfuerzan en sus trabajos, en su educación, en su relación con Dios
(conforme a su religión), y si les dices que Dios hará, ellos saben bien que a
ellos les toca una parte que hacer.
Y más ahora, en el contexto después de
la muerte y resurrección de Jesús, todos somos iguales. Dios va a bendecir
tanto al marido como a la mujer, pero nuestra responsabilidad es tomar el
matrimonio en serio, y esforzarnos en gran manera en nuestra educación,
trabajo, relación familiar, y en nuestro matrimonio.
Por ejemplo, si tu esposo carece de
educación sexual básica, pues hay que buscársela. Encuentra una manera honesta
y limpia de que aprenda. Tomar una clase en tu iglesia o centro educativo, leer
un libro de trasfondo bíblico, pero con consejos muy prácticos. Pero por favor,
varón, mujer, no recurras a la pornografía o tu matrimonio con
el tiempo quedará peor.
También hay mujeres que no tienen
conocimiento el área sexual y existen muchas otras áreas matrimoniales y
familiares que pudiéramos mencionar, pero en cada una de ellas es nuestra
responsabilidad agotar fuerzas y recursos en encontrar y aplicar una verdadera
solución.
Un matrimonio en el cual hay madurez,
verdadero amor y comprensión puede ser tan bello, y traer tanta
satisfacción a la pareja en todas las áreas. Pero, desgraciadamente,
muchos problemas quedan sin atenderse, o se atienden a medias, porque falta ese
sentido de responsabilidad
individual.